sábado, 2 de febrero de 2008

R E V O L U C I Ó N * N º 1 * * * * (1ª parte)

Al principio de conocernos, no supimos ponernos de acuerdo. Nos afanábamos en contrastar opiniones, en aportar nuevas ideas y sugerencias que dotaran de cierta renovada frescura a aquel proyecto nuestro tan raro y hermoso, pero aquello, aquel grupo de jóvenes frenéticos y agitados, más bien, parecía un circo. Durante los últimos meses habíamos visto censuradas absolutamente todas las propuestas de hacer de la facultad un sitio más propicio, más adecuado para nuestro propósito. Y lo seguíamos intentando pero de nuevo, una y otra vez, nos dábamos de bruces con otra negativa más. Era intolerable, todos estábamos bastante irritados y empezábamos a perder la calma. Antes de pensar en el certamen, algunos sugirieron escribir una nueva carta, otro ridículo manifiesto que nos sirviera para llegar a un consenso de forma más o menos amigable y cordial. Pero sí, todos lo pensamos y todos lo callamos porque todos lo habíamos entendido ya: era ridículo.
A mí me encanta la poesía. En realidad no entiendo muy bien porqué; siempre he tenido profesores pésimos de literatura que me hacían aborrecer a Juan Ramón Jiménez, a Garcilaso de La Vega, a Quevedo… Me ha costado mucho tiempo saber apreciarla primero, y no poder evitar obsesionarme con ella después. Quizá haya tenido suerte, no lo sé.
Creo en la poesía, y creo que el efecto estimulante, revelador y genuino que ésta puede ejercer en nuestro ánimo. Lo sé, lo entiendo. Pero hay en todo esto, en la manera de llegar a sentir la literatura y su mensaje, un punto más que significativo que a menudo pasa desapercibido: el lenguaje. En la escuela no podemos comprender nada de lo que nos dicen porque nos hablan en un castellano que dista mucho de ser accesible a la gran mayoría. Se utilizan recursos desfasados y resulta patético escuchar a un maestro hablando primero sobre las reglas de la gramática, y leyendo a cualquier autor después, como si manejara dos registros absolutamente incoherentes entre sí, y aunque no se repare en ello, es cierto que semejante disparidad la percibimos como algo exageradamente grotesco. En consecuencia, nosotros, los estudiantes, los ingenuos, nos quedamos irremediablemente con lo más superfluo, con una visión contrariada de algo aparentemente vacío, insustancial y anodino que se sostiene a lo largo de los años y de los siglos debido a su carácter ornamental y vistoso, debido al peso de la historia y a las circunstancias que se han dado para hacer de esas obras, obras perennes e insustituibles, obras forjadas por medio de referencias a otras obras todavía más impermeables, si cabe, obras imposibles, en definitiva.

2 comentarios:

ro dijo...

De veras lamento que hayas tenido esas experiencias terribles con los profes de literatura, porque lo soy, en un humilde liceo público de Montevideo, Uruguay y allí inicio a los alumnos en la materia. Ellos dicen que disfrutan mucho y se divierten, porque por supuesto les pregunto.Hay aquí un blog que es el cristal con que se mira,con mis textos y hay otro que es comunidad educativa del liceo 47donde podrás ver, si quieres un poema colectivo escrito por todo un grupo, en torno a dos versos de Miguel Hernández:"Mi corazón,pecera melancólica//penal de ruiseñores moribundos." Saludos desde el sur. Y arriba con tu poesía, leí la siguiente y lo de los perros, es fuerte, pero me gustó!

Recomenzar dijo...

Me ha gustado tu blog, claro y fácil de entender. Vuelvo