lunes, 4 de febrero de 2008

R E V O L U C I Ó N * N º 1 * * * * (2ª parte)

( C O N T I N U A C I Ó N )



Y precisamente era esto en lo que estábamos de acuerdo. A todos nos había ocurrido en mayor o menor medida, lo habíamos experimentado y después habíamos encontrado un lugar común, por una cuestión de azar, en la literatura y en el arte. Éramos conscientes de esto y queríamos hacer algo al respecto.
Ya habíamos oído hablar de un certamen de poesía que se organizaba desde el ministerio de educación y que instaba a jóvenes de toda la geografía española a participar en representación de sus respectivas universidades. Lo que nos pareció sorprendente es que fueran las propias universidades, las que tuvieran la potestad de elegir a sus respectivos candidatos.
Desde luego, no fue el certamen lo que nos motivó a emprender aquello que tanto deseábamos, pero sí que es cierto que el día que alguien lo propuso, nos pareció una buena idea, no tanto por el premio ni por participar en un concurso de esta naturaleza, sino porque nos parecía una forma oportuna de poner a prueba la que entonces era nuestra escuela, de someterla a una prueba necesaria que quizá nos pudiera convencer a nosotros mismos de que estábamos equivocados o, por el contrario, nos reafirmara en nuestro convencimiento de que las instituciones educativas estaban anquilosadas en otra época y no aceptarían algo que pudiera ser considerado como anómalo y extraño. Nos planteábamos si nos tomarían en serio, si no se reirían en nuestras narices y nos tacharían de chalados, si se escandalizarían desde el primer momento o si por el contrario, serían capaces de tratarnos con cierto respeto. Era difícil saberlo.
Cuando llegué a la cafetería “Quijote” noté que me encontraba un poco nervioso. Llegaba tarde y tenía entonces el pelo largo y mojado. Acababa de ducharme, era invierno y la humedad inundaba las calles de la ciudad como un torrente brumoso que hacía que las luces de las farolas en la noche se difuminaran creando un efecto misterioso, como mágico. Creo que de camino hacia allá me imaginé por unos instantes que era como si estuviera viviendo un recuerdo ya pasado. Supongo que la influencia del cine y sus efectos especiales me afectaban más de lo que podía imaginarme. Entré y me deshice de la trenca antes de saludar. El sistema de calefacción debía de ser de muy buena calidad y los señores de la “Quijote” debían estar muy orgullosos de ello. Cuando tomé asiento y pude por fin aclimatarme a aquella atmósfera nueva, advertí que mis compañeros permanecieron en silencio durante demasiado tiempo y supe que ocurría algo.

2 comentarios:

Clarice Baricco dijo...

Interesante y supongo que sigue...
Y la poesía!!!

Saludos agradecidos.

el llamado perdido dijo...

Gracias a ti!
supones bien, sigue.